sábado, 5 de diciembre de 2009

Amor Hi-Q#3

Un par de pelusas
abrazadas en el rincón.
La cueva es cálida.

Amor Hi-Q#2

Mi alma rabiando,
entro a casa
y tú sonríes.

Amor Hi-Q#1

Amanece en el iglú.
A mi lado
una bola de pelos bosteza.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

¿Cómo, te lo has acabado TODO?

51% de 5 archivos en la ventana de descargas
apagas el ruido del televisor
el vacío hace bien
...a veces

miras al infinito
y al enfocar,
el pececito
nadando
como estúpido
en su casa cuadrada
incrustada en una barra lateral del blog
buscando comida de pixeles
           migas de color hexadecimal
           FFBF80


y es que
no se vale, piensas
      no se vale

¿quién te dijo que la vida sería justa?

sin un peso en el bolsillo,
hambriento, ardiendo
con un gran sueño y esta preocupación
que sube por tu esófago
como lava
      recuerdo de hace 9 horas
      en un estacionamiento
un embotellamiento en la cabeza
y el reflujo
      y la hiel en tu lengua

¿acaso pensaste en claudicar?

te reprochas por el berrinche
      por la duda
y luego te reprochas
por el reproche:

    el envidioso

      el ermitaño

        el individualista

53% de 5 archivos y contando,
una descarga activa (6 minutos restante(s))

y el día valió la pena
sonríes
      le sonríes
y decides que un día a la vez
que mañana valdrá la pena

jueves, 29 de octubre de 2009

a poe

ayer mismo
no hacía falta
más que alzar la mano
y una estrella era mía

   aquí abajo
   el terciopelo
   bajo mis uñas
   me recuerda
   un cuervo

y dice
"nunca más"

suicidio frustrado

hoy quise
intentar el suicidio

+ no pude

   ese olor a guisado
   de la vecina
   invadió mi melancolía

acabé
pidiéndole
un poco
   y comiendo arroz
   junto al gato

tiñe de rojo

la tarja
del fregadero
la sangre
del cerdo
recién sacrificado

¡son las fiestas de los muertos,
vino, mole y pozole con carne!

muerto nuevo

huele
a muerto nuevo
en el pueblo

la caja,
la carroza,
las flores,
el mariachi,
los dolientes
   invaden
   la calle principal

sobre un montículo de tierra
Doña Lola y Doña Petra
platican
los pormenores

huele
a muerto nuevo
en el pueblo

   sobre la catenaria
   grazna un par de urracas

fue

hace veinte minutos
   en la orilla de un camino
   polvoriento

entre la maleza seca
aún puedo ver
   apuntando al cielo
una pata
de perro negro
   que aún intenta
      caminar

guirnalda

¿será que con flores
     los muertos huelen mejor?

alas difuntas

mil pies
y algunas patas
              brincan
              corren
              se retuercen

ninguna quiere mirar
   al pájaro muerto
   sobre la banqueta

sin embargo
sigue ahí

señalándolos
   con sus alas

¡vaya mentira
que la muerte
sea parte
de la vida!

giran las horas

el gato agripado
las huele y maúlla,
lame un segundo fugaz
que ha pasado volando
...
sus bigotes bostezan

y yo
hecho un ovillo

¿entonces no te fuiste?

   la pregunta tenía forma de relámpago
   y entró por todo tu cuerpo

en un segundo
estabas de pie
        en un abismo

otro relámpago
        la tierra se cerró
        bajo tus pies

el mismo golpe que abrió tus párpados

   pero la tierra se hace sola
   y tus sueños...

son las 4:00 am
   y no

     no te has ido

        aún hay tiempo

miércoles, 28 de octubre de 2009

necesidad

¿ves esas gotas?
¿puedes verlas?
          agazapadas ahí arriba
          esperando

nubes de lluvia
que traen a mi memoria
nubes de lluvia

   hay veces en que casi no puedo
   soportar la realidad
tan pesada

esperando...

          ¿puedes sentirlo?
a veces necesitamos
un poco de ficción
en nuestras vidas

viernes, 9 de octubre de 2009

Reinventando al Oso según las estrategias de (Re)Invención del Oso.

Oso. Del latín ursus, familia de los úrsidos. La Real Academia Española dice, en la vigésima segunda edición de su Diccionario, que se trata de un sustantivo masculino que define a un “mamífero carnívoro plantígrado, que llega a tener un metro de altura en la cruz y metro y medio desde la punta del hocico hasta la cola, de pelaje pardo, cabeza grande, ojos pequeños, extremidades fuertes y gruesas, con garras, y cola muy corta (que) vive en los montes boscosos y se alimenta con preferencia de vegetales.”

Claro, esta definición se queda por mucho corta, confusa, y con perdón de la sacrosanta e inmaculada Real Academia, incluso errónea. En efecto, es un vertebrado de temperatura relativamente constante cuyo embrión, provisto de amnios (una membrana compuesta por somatopleura, que rodea al embrión suspendido en líquido amniótico) y alantoides (otra membrana que se convierte posteriormente en parte del cordón umbilical) se desarrolla dentro del cuerpo materno hasta el momento del nacimiento, tras lo cual se alimenta con la leche que producen las mamas de su madre; en definitiva, un mamífero (hasta el fin de sus días, aunque a partir de la pubertad suele servirse de “mamas” sustitutas y otros accesorios corporales o inanimados que suele llevarse a la boca). ¿Carnívoro que se alimenta con preferencia de vegetales? Eso en mis tiempos se llamaba omnívoro. Un cometodo que no sé a ti, pero a mí me suena mucho más a peludo barrigón contemporáneo. Plantígrado retozón sí, en momentos cuadrúpedo, en momentos bípedo y también encontrado en muy diversas posturas dependiendo de la situación, el número de ejemplares y el acomodo. Enorme, al menos en su relación talla-peso, hirsuto con pelaje de colores y espesuras tan diversos cuan diversos son los genes, la geografía y el clima. Su morfología puede variar de individuo a individuo, aunque es cierto que sus extremidades suelen ser fuertes y gruesas. Algunos prefieren limar sus garras, y aunque muchos tienen aún cola que les pisen, ya no es un requisito de la familia.

El oso pertenece a ese grupo de cosas que en apariencia son tiernas, peluditas y acariciables; el regalo perfecto para un san valentín o una navidad, sobre todo cuando es pequeño, sonriente y muy redondo, pero en el fondo puede ser tan salvaje e impredecible como pocos: se dice que a veces muerde sin avisar. Podríamos compararlo con un koala o un wombat, aunque por definición un oso nunca es un marsupial; de lejos se parece mucho a una pelusa grande, pero suele ser mucho más gracioso y activo (al menos en el sentido de diligencia y movimiento, porque en otros sentidos el término suele no ser del todo correcto); con una almohada comparte las características de suavidad y comodidad, mas su ritmo no es del todo circadiano ya que depende de sus quehaceres y de su estado de ánimo; por lo general no suele estar quieto durante la noche y mucho menos cuando está en buena compañía. Hablando de ritmo, su andar es acompasado y en la medida de lo posible preferirá no correr. Cada año marcha en un grupo numeroso de sur a norte (algunos llegan hasta el polo, otros prefieren cruzar en el río, y otros tantos siguen su camino propio), y aunque algunos todavía se rehúsan a unirse a la manada, es bien sabido que para la mayoría tal caminata es todo un placer; un festín de feromonas, sudor y abrazos.

Pero vayan o no vayan a la migración anual o a las muchas reuniones públicas o privadas, una cosa es cierta: siempre habrá chance de encontrar un oso a la vuelta de la esquina, porque existen muchas y muy variadas especies, clases y personajes ursinos: el gigante de cara corta, el pardo, el negro americano, el de la Gran Dolina, el tibetano, el bezudo, el malayo, el panda, el grizzly, el de anteojos, el de saco y corbata, el de overol, el de cuero, el de bata, el de uniforme, el polar, el de las cavernas, el de los antros, el perezoso, el trabajador, el chichifo, el metrero, el taquero, el albañil, el divertido, el aburrido, el tedi-oso, el oso-Teddy (el original y apapachable), el otro Teddy (el de Mr. Bean), y otro mas (el de I.A.), y están Balú, Ben (Grizzly Adams, ¡ah nostalgia!), Rupert (en Padre de Familia), Golden Graham, Winnie Pooh, Bamse, Barnaby, Andy Panda, Bear a secas (En la casa azul), y Banjo -sin Kazooie-, y los Berenstain y Big Boy Willy, y también los patéticos Osos de Bush y Fox, Blubber (de Las carreras locas), Bobo (de Los Simpsons), Bolke, Boskov (Evil con carne), Bongo, los Berbils (Thundercats), los Ositos Cariñositos, Yogui, Bubu, Forever Friends, Tim (de Vecinos Invasores), Fozzie, los 3 Ositos (los de Ricitos de Oro), Gusto, Zummi y los demás Gummi, Br’er Bear (del clásico Hermano oso), Kit Nubarrón, Hair Bear Bunch, Kuma, los Osos Hillbilly, Humprey, Lex Berko (Weslyean zombie bears), Kukalaka, Lars, Smokey, el Oso Barney, los Osos Montañeses (¡ya están listas las viandas, a’pa!), Kissyfur, los Osos Mañosos, el Oso polar de Coca-Cola, Po (el Kung Fu Panda), el Oso-Buco, Mimosín (aromático Snuggle), Beorn (The Hobbit), Paddington, el Oso Carpintero, Me to You (Tatty Teddies), Misha, el Oso Rulo (Los Simpsons), Knut, Sr. Oso, Boog (Open Season), el Oso-Babas, Noah, Nounours, Buttons (People who kill), Shako (2000 A.D.), Oliver, Flippy, Disco Bear, Pop y Cub (Happy tree friends), Wikett, Logray, Tebbo y el jefe Chirpa (Los Ewoks), los Osos Bailarines (Garfield), Paw Paw Bears, Pimboli, Akakabuto (Ginga), Bear (Harvey Birdman), Sooty, el gingantesco Shardik (La Torre Oscura III: Las Tierras baldías), Mr. Thurston Howell III (la isla de Gilligan), Genma Saotome (Ranma ½), C Bear (C Bear y Jamal), Bearmon, Grizzmon, Monzaemon, Pandamon (Pokemon), Teddy Trucks, Oso-Le-Mío, Superted, Pooky (Garfield), el infame Gominola, Kenai y Koda, Joe Falconi, Drew Stone, Jay Masters, Growl Bear, Rick Monroe, Kevin James, Bob Hoskins, Kevin Smith, John Goodman, James Corden, Etan Suplee, Jack Radcliff, Manolo Martínez, y un larguísimo (de verdad larguísimo) etcétera.

Por cierto, he aquí algunos hechos bien corroborables acerca del oso: a) una persona de cada 16,000 comete asesinato, pero sólo uno de cada 50,000 osos se convierte en oso asesino (y de esa cifra muy pocos llegan al estrellato), b) los osos viven en todo el mundo, excepto por la Antártida (al menos yo no he visto ningún perfil de aquellas latitudes en 411 ni bosques aledaños), c) el oso come grandes cantidades de comida para alistarse para el invierno, o mejor dicho: d) el oso necesita grandes cantidades de calorías para sobrevivir el día a día, e) el cachorro de oso se llama osezno y suele ser muy juguetón, f) como el oso adulto también es juguetón y amiguero, ambos necesitan mucho, mucho espacio, g) en ese vasto territorio, el oso siempre está buscando qué comer (y beber y lamer y mamar y abrazar y... h) mucha comida es una invitación directa a que uno varios osos se te acerquen, i) porque el oso es gregario y prefiere estar con otros de su especie, así que j) si te encuentras con un oso, debes hablarle suavemente y evitar correr en sentido opuesto (no sabes cuántos se han arrepentido, la lista es laaarga), k) y en la medida de lo posible, es mejor evitar gritarle a un oso, sobre todo si tienes voz de pito de camotero, finalmente: l) si el oso va sobre ti, lo mejor que puedes hacer es rendirte, aflojar los músculos y cooperar para la causa.

Definido el oso, pero a todo esto, ¿qué hay antes del oso? Un orgasmo largo y placentero, en ocasiones pasión y si hay suerte también amor, nueve meses de hibernación cálida, una niñez que terminará tarde o temprano en otro oso y luego millones de pelos y más osos, y más osos. Aún no se sabe a ciencia cierta qué causa al oso, aunque se presume que la dieta, la genética, la actividad o inactividad física y un simple gusto por la vida podrían tener algo que ver. Por otro lado, los efectos directos y colaterales del oso son muchos y muy variados: pelos en el sofá, sillas rotas, pelos en la cama, miradas de asombro, sonrisas, rigidez en el(los) miembro(s), pelos en la lengua, movimientos telúricos al compás de la música, gastos enormes de tela e hilo, huellas de garras por todos lados, muebles flojos y rechinantes, comida abundante, abrazos, cambio de suspensión en el auto, cambio de auto por uno más amplio, pelos en la alberca, pelos en la sopa, pelos en el baño, pelos en todos lados. Tal parece que el propósito del oso no está bien definido, algunos dicen que no hay un propósito, o que en todo caso cada oso particular define su propio propósito, previa autoexposición de sus inquietudes y algunos breves pero sustanciosos momentos de introspección. ¿Y después del oso? ¿Qué hay después del oso? Pelos, por supuesto. Satisfacción. Sueño. A veces también un terrible hueco en el alma, pero sobre todo en el estómago. Hambre, mucha hambre. Tanta hambre que mejor yo aquí le paro y como todo buen oso en pleno crecimiento me voy a comer algo rico y sustancioso.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Niebla

Estás sentado, sólo; tus muslos todavía no logran encontrar el punto ideal entre la afelpada tapicería gris del autobús y la relajación total. Fila 4, asiento 16, la inmensa ventanilla sentada amenazadoramente a tu derecha, y tras ella, más a la derecha –aunque en realidad por todos lados envolviendo tu mundo actual– la vista grumosa de un moribundo amanecer de agosto: sex ante meridiem. Hace media hora (más o menos) que comenzaste tu viaje y ya te parece una eternidad. La calefacción no funciona y tú, simple mortal, ni siquiera pensaste en preparar café caliente y un termo. Entrecierras tus ojos cansados tratando de atisbar algo a través del vidrio pero es inútil: afuera todo es blanco, pastoso, natudo. Con este ánimo te daría exactamente lo mismo viajar por un callejón polvoriento de Timbuctú que estar varado en un barco pescadero en medio del Pacífico. Te encuentras en algún punto borroso entre el sueño y la mitad de un camino que sólo es tu camino por ser un hombre de palabra, por eso y un recuerdo y nada más. A estas alturas cualquier duda al respecto está más que explorada. Por más que le busques colmillos a la lombriz sabes que no vas a encontrar otra causa de estar ahí que tu terca obstinación por estar. En tu cráneo a prueba de intrusos ya no suena ningún otro motor posible, la pregunta pasó hace muchas curvas de la angustia a la náusea. El hecho es que hace años que en el fondo no te interesa ir a ningún lado (en la superficie el reflejo no es dispar); te arden los ojos y por momentos encuentras difícil enfocar, el frío trepa desde tus pies como una enredadera de hielo, sientes ganas de orinar y entonces un gruñido de oso te recuerda que no te diste tiempo ni siquiera para desayunar. Frotas tus manos entumidas como si quisieras hacer fuego y el vaho frente a tus ojos forma genios que parecen unirse a esa bruma que husmea al otro lado de la ventana.

Fue una semana difícil y encima te desvelaste hasta tarde viendo cuanta zonzera se te puso enfrente en internet: videos, fotos, pornografía (por supuesto pornografía), leyendo blogs y platicando por messenger con esa misme gente de siempre, gente que a veces quisieras no volver a encontrar, nicks absurdos sin rostro ni contenido que por costumbre o indolencia nunca te has atrevido a bloquear: discutiste con “KaNgArOo_StArLiGhT_iN_hEaVeN” por tonterías que no deberían quitarle el sueño a nadie, fuiste paño de lágrimas para “(.x_x)TommyDepre(x_x.)” y su quinto truene con Cruz (casi sientes los pelos pegajosos de tanto llanto y mocos ajenos), escuchaste una letanía de cosas que siempre has odiado de ti pero que de algún modo excitan tanto a “Oz_95”, y “BraunbäR” te reclamó otra vez por no haber ido a su fiesta de graduación –por enésima vez le explicaste que hubo un problema en el trabajo y que tuviste que quedarte hasta tarde, y por enésima vez te dijo que sus reclamos de más de una hora eran una tontería y que a pesar suyo todo estaba bien. –Y tú sentado en la cama con la luz apagada sólo hubieras querido que él apareciera en tu monitor para cancelar la cita, para liberarte. Todo mundo estuvo ahí, todos menos él. ¿Qué esperabas? Ha sido un viaje largo y Murphy cubre todas las enventualidades, messenger incluído. Igualmente y aunque no lo quieras ver así, volvió a robarte tus horas de sueño.

Volteas a ver los asientos vacíos del camión y te preguntas si ese vacío no se habrá instalado ya dentro de ti. Hoy es una de esas ocasiones en las que te molesta tanto ser irremediablemente tú y compartir lazos de sangre con esas dos letritas odiosas que sonrientes dibujan “sí”, con ese huésped que nunca te pide permiso para salir y que jamás te pedirá perdón. Te purga porque tu viaje pudo ser goce en lugar de sombra y nube, porque no quisieras pero debes; porque eres vas y porque vas eres no más que una promesa más en un día lleno de harina y gotas de horchata, porque eres un hombre de palabra. En menos de medio segundo volviste a endosarle un cheque por otro día de tu vida, otra vez tu vida. Si tan sólo pudieras regresar el tiempo una semana, si pudieras cambiar lo que eras pero sigues siendo... dirías lo que dice la gente normal: “ese día no puedo” o “haré lo posible, aunque no te prometo nada” pero no: cargas a cuestas con la herencia de aquel antepasado que vino al mundo en lo alto de una acrópolis llamada Samaria y el peso de ese tatuaje infinito se está volviendo mortalmente abrumador. Lucha existencial. Manos arriba, el deber o la vida: ¿qué es más tonto, un código podrido, el leproso que lo cumple o el visitante que lo reconforta? Un bostezo cierra tus ojos y los hace lagrimear (arden), afuera la blancura bosteza también. Te estiras en el asiento y tratas de pensar en lo justo: bonita palabra para coronar el hastío. Y la debilidad. Después de todo ¿no fue Alex quien te recibió en el aeropuerto hace siete años cuando llegaste a México y no conocías a nadie? ¿no fue Alex quien te hospedó, te dio de comer durante una semana e incluso te dio una palmadita en la espalda y te dijo “está bien, tú no te preocupes, yo estoy contigo”? Te asomas de nuevo por la ventana y el cuadro es el mismo de hace cinco minutos, el mismo de hace veinte, y veinticino, y cuarenta y tres. La misma fotocopia sin toner del mismo deja-vu insípido y soso. ¡Qué burla, si viviera Malevich se tragaría de un sorbo lo que piensas de él!... y ese frío condenado que ya llega a tus rodillas, y tu reproductor de MP3 que se quedó sobre el buró.

¡¿Qué, quién, dónde?! El sonido de tu cabeza golpeando el vidrio te devuelve a la realidad y te preguntas cuánto tiempo habrá pasado. ¿Llevas un siglo sentado en el mismo camión, o los primeros 50 años fueron sueño y estos otros realidad? Buscas en la bolsa interior de tu chamarra, jalas con dos dedos la cajetilla y te llevas un cigarrillo a la boca ¿trajiste el encendedor? Apenas has garabateado la pregunta en tu cerebro entumido, alcanzas a ver dos arcos de peluche juntándose en medio del retrovisor. Bajo ellos, dos capulines maduros te clavan la mirada. A la derecha del espejo, una calcomanía maniatada está gritándote ¡“Prohibido fumar”! Desistes resignado, va de vuelta el tabaco a su funda de cartón y celofán, y tú, rascándote la barba de cuántos días, a la nube eterna. Regresa el sopor pero esta vez reclinas el asiento, giras tu cabeza: izquierda, derecha, crack. Cruzas tus pies lejanos y entrelazas los dedos de tus manos sobre la barriga, y entonces, oscuridad...

–Pasajeros con destino a la ciudad de Cancún, abordar la aeronave por el andén 43. El sonido de los altavoces suena por todo el pasillo, a tu lado está él con una sonrisa y dos maletas de viaje. –¡Necesito ir al baño!, gritas como si en ello se te fuera la vida. –Está bien, aquí te espero. La sonrisa de Alex parece pintada por Miguel Ángel después de un buen clericot y una pizza de tres quesos. Te apresuras a entrar a la puerta que tiene el monito pintado y una vez adentro te das cuenta de que no es un verdadero baño. Todo lo que ves es un pasillo estrecho y bajo pintado de blanco, a tu derecha una pared y a la izquierda tuberías de distintos calibres, lámparas de neón blanco se pierden en el techo hasta el infinito y tú decides continuar. Al final del corredor (ahora hay un final) encuentras una fila de mingitorios malolientes y te preguntas cuánto hará que los empleados de limpieza no entran al baño de hombres. Vacías tu vejiga que dibuja una nube de espuma sobre el líquido amarillo y regresas por donde llegaste, ahora la puerta de salida está mucho más cerca de lo que esperabas y en seguida estás de vuelta en los pasillos del aeropuerto. Alex no está por ningún lado y con un sentimiento que se parece al coraje y a la angustia decides correr para alcanzar tu vuelo, para alcanzar a Alex, para alcanzar lo que quede de todo esto que te pertenece. Los corredores tienen un aire de mercado de abastos y mientras más avanzas más te convences de que lo es, hay locales vacíos con barras de concreto y el techo alto tiene un aire familiar de bodega. No hay letreros y de pronto escuchas de nuevo los altavoces: –Vuelo 43 con destino a Cancún a punto de partir. En eso ves a Alex abrazando a otra persona que no eres tú y sientes un súbito coraje. La otra persona te ha visto pero tú sigues de largo, pasas a espaldas de Alex y por un momento no sabes si seguir y tomar tu vuelo, si tocarle el hombro y enfrentarlo o disimular. Te decides por lo último y das otra vuelta por confusos pasillos mientras piensas en las razones que tiene para huir así de ti y lanzarse a los brazos de otra persona. Das la vuelta por el primer pasillo a la derecha y regresas por donde mismo, esperando ver a Alex esta vez con las maletas, esperándote con esa sonrisa de pintura de fin de semana en Italia. Alex no está ahí. Recuerdas tu vuelo y corres hacia el fondo del pasillo. Una luz muy fuerte te señala la salida donde una escalera de abordaje improvisada que más parece de una construcción en obra negra que de un puerto aéreo se despliega hacia la nada, donde una figura ruidosa se desvanece poco a poco entre las nubes. El avión ha partido, él ha partido y estás de nuevo sólo. De pronto se desenchufa el sonido y te sientes aliviado, como si otra vejiga en el fondo de tu alma acabara de orinar a Alex.

Un ronquido tuyo te despierta de nuevo y confuso te preguntas si estás en un autobús o en un avión. El movimiento ha cesado, rascas tu nuca, bostezas para recobrar un poco de oxígeno y limpias la ventana con la manga de tu chamarra. Afuera la niebla continúa. Estiras los brazos, te paras de tu asiento, recorres el pasillo y bajas del autobús. El frío es casi insoportable. De pronto entre la niebla, una silueta se acerca y reconoces los ojos de capulín. –¿Listo joven? –Eh, sí. Disculpe, ¿dónde están los sanitarios? –Al final del pasillo, junto a los elevadores. Te diriges hacia donde el hombre señala y a los pocos segundos ves la puerta del baño. Titubeas, pero entras. Un minuto más tarde, aliviado, entras al elevador y subes a la sala de espera de vuelos nacionales. Justo al salir, un hombre le pregunta la hora a una anciana y sabes que él ya estará ahí, con sus maletas y su sonrisa amable, con sus ojos de encanto y su voz de cielo, con sus brazos abiertos como aquella vez que te recibió y todo comenzó para ti. Caminas diez o veinte metros más y entonces lo ves parado junto a la máquina de golosinas, apretando los botones enfundado en una gabardina café. Mientras te acercas cada paso reverberará en tu cerebro como un latido y un aniversario y un sueño y un amanaecer entre sábanas blancas y sonrisas. Él no te habrá visto aún, pero él ama las sorpresas. Parado detrás de él cerrarás los ojos y llenarás tus pulmones con su aroma, y entonces sabrás por qué estás ahí. Alex se agachará a recoger sus galletas y por un instante verás tu reflejo en el cristal de la máquina, y al levantarse él creerá haberlo visto también. Entonces girará lentamente y una niebla blanca y espesa le dirá que estuviste ahí.

viernes, 2 de octubre de 2009

Rebanador

Buenos días. Mi nombre es Dibar Ylf Srevihs. Me gustan los rollitos de carne de nuta y la sopa de ramalac. Detesto a los recién eclosionados y la música de Aimedaca Al. Dedico la mayor parte de mis esfuerzos y mi tiempo a escribir historietas sobre horror parasitario, y a mis escasos 936 gnomones algunos ya me consideran un maestro del mutāre, honor que por supuesto no creo merecer. Vivo en un pequeño planeta llamado Bart Szpir (sólo 0.3066 parsecs de diámetro, que si comparamos con los 3.71 gigaparsecs de Burnham Bo, mi planeta natal, son una mera caminata de vacaciones). Mi condición de neila me impide viajar muy a menudo, así que hago mi vida en este rincón del bello glóbulo Bok que ustedes llaman “La Oruga”, justo entre las gigantescas nubes de hidrógeno molecular frío, el objeto Herbig-Haro HH47, los pilares de gas y polvo y el gran ojo de cerradura de la Nebulosa Eta Carinae (NGC 3372). No es que tenga grandes necesidades de hacer un viaje o ver el universo, pero siento que a partir de la tripartición de la constelación Argo Navis algo en mí no quedó del todo pleno, y que haberme quedado en la quilla significó reducirme a mero extraño en medio de un sistema de estrellas múltiples, hoyos de gusano y un registro de cuentas que prácticamente se pagan sólas. Gano un aproximado de 730 luetkes por gnomon, tengo en la sala un receptor de imágenes de 25 pulgares que casi nunca enciendo; 420 programaciones de toda la nebulosa desperdiciadas que matan a cualquiera de la envidia. Mi casa es suficientemente espaciosa para albergar una familia grande y el jardín es totalmente autosustentable. Un híbrido clase B a base de neón y nitrógeno me espera haciendo polvo en el disparador y mi sistema de abastecimiento y víveres está pagado de por vida por la Asociación Eniffoj-Niktiw. Vivo sólo y me siento estancado. Vivo estancado y me siento sólo.

–Eso no es raro, eres un escritor de historietas.
–Mutāre
–Mutāre, parásitos, deformación, un escritor de historietas y punto.
–Cierto. No es raro que alguien como yo se sienta así. Lo extraño, ¿sabes? es conversar estas cosas contigo, precisamente contigo que eres reflejo entre vapores aromáticos, lunar simétrico y mueca de cicatrices correspondidas una a una en un cristal de litio ionizado. Y hay más. He descubierto nuevas peculiaridades de mi persona.
–¿Es que aún te quedan perversiones ocultas?
–Eso parece, como dijo aquél hombre de la nebulosa Homunculus.
–El hombrecito.
–Cierto, el hombrecito en la nebulosa del hombrecito. Todos, si vivos, todos perversiones.
–Bizarra, desviada, atípica, múltiple; tal es la naturaleza divina de la vida.
–Regados por miles de galaxias y heme aquí, catálogo de desviaciones y aficiones fuera de norma.
–¿Cómo, es un día hermoso y sigues hablando con un espejo de litio ionizado?
–Sigo vivo. Mi nombre es Dibar. Rabioso, sólo, estancado, rico, loco, perverso. Quizá no haya fondo para todo esto.
–¿Y qué nuevo nivel de aflicción erótica es este que te ha levantado de la cama para conversar?
–Creo que soy un rebanador.
–Espera, ¿un rebanador? ¿Acaso arrancaste esa página del libro que define la palabra límite?
–Sigo hablando con un espejo de litio ionizado. Soy un escritor de historietas. Parece no haber límites. Tengo ganas de rebanar.

A veces las cosas se salen de control. Viñetas que rebasan la jaula bidimensional y diálogos aburridos de transbordar entre globos de tinta y celulosa, personajes que agarran la máquina del café en tu cocina con la mano desnuda. El aullido al quemarse hiere tus oídos, ves la sombra en los pasillos, hueles su presencia sobre tu hombro, sus ojos lagrimean en las páginas y el papel se humedece con sangre o plasma. Todo eso ocurre. La magia de una buena historia mutāre, todos lo saben, por eso se venden tan bien. Pero esto es diferente. No lo he leído ni escrito ni publicado jamás; esto está ocurriéndome de verdad a mí.

No tengo bien en claro cuándo o cómo comenzó. Supongo que al principio no fue una necesidad sino algo más parecido a la curiosidad. Dicen que una cosa te lleva a la otra e intuyo que algo habrá desencadenado el goce. Leía, soñaba, imaginaba, disparaba humedades y calor... poco a poco me adentré en la fantasía y pronto me sentí identificado con un mundo de grumos, tejidos rotos y etilmercuritiosalicilato de sodio. Gustoso me hubiera puesto etiquetas, aunque no comprendía mi fascinación. Prontó comencé a envidiar a las planarias, nemerteas, holoturias, caudados y en general a cualquier especie con cualidades regenerativas. Desafortunadamente tuve que aprender a vivir con el anhelo mutilado y mis sueños vaporosos de blastemas y miembros de repuesto.

La primer rebanada fue inolvidable. Decidí que fuera la falange digital de mi pulgar izquierdo (después de todo, cualquier cosa que carezca de una falange media no puede considerarse un verdadero dedo, así que para probar decidí que no tenía nada qué perder). Preparé la toalla blanca, el tantō, la liga, el frasco. Sin más ceremonias planté la palma sobre el pequeño cadalso, clavé la punta de la cuchilla en la tabla y bajé la guillotina, la hoja de acero penetró de un tajo produciendo un golpe seco sobre la madera, corrió libre un poco de sangre y un filtro de destellos blancos invadió mis ojos. Sentí mi corazón trotando su caballo rojo por todo el cuerpo, por un instante creí que caería al suelo y me apoyé con ambos codos mientras un sudor seco salía por cada poro de mi cuero cabelludo. El dolor que sobrevino fue exquisito, la visión sublime: una parte de mí sobre la mesa y la otra en otro mundo, falange y hombre separados por un espacio divino; iki yubi y gokudo en universos paralelos. A mi mente vino un sueño de autonomía caudal y mientras me hacía la curación vi como iki se convertía en shinu. Sin falta cometida, carecía de un oyabun a quien mostrar mi respeto, así que guardé el trozo de dedo un tiempo y un buen día de verano me decidí a arrojar el hueso en las aguas violáceas del Ōdukog.

Sí. Tienes razón, no es la clase de cuento que tu mamá te contaría para dormir, aunque sí más original, tienes que admitirlo. A mi corazón le gusta. Pero mejor te contaré lo que siguió: Por unos meses eché de menos la carne faltante y el periodo de sanación me aburría como un duelo impuesto tras el nacimiento de un primogénito. Absurda espera de lo que sin falta vendrá. Pronto el sueño se convirtió en obsesión y el antojo en necesidad. Seguí con otras falanges pero pronto me harté del yubitsume y el rito comenzó a parecer un poco soso. Sin embargo la excitación del acto seguía ahí y era cada vez más fuerte y adictiva; el aroma del tiomersal por las mañanas y la sinestesia tras el cambio de vendas eran una droga extática que hacía valer la pena cada nuevo día en mi rincón soleado en la gran meseta de Bart Szpir. Las rebanadas se hicieron sorpresivas, impredictibles y más originales. Lo mismo podía despertar con ganas de quitarme de un buen tajo el pezón, que con ánimo de dividir el muslo o tomar el pie derecho entero. Durante el tiempo que pude hacerlo seguí escribiendo. Más tarde y prácticamente sin carpos le dicté a la máquina de viva voz. Finalmente terminé por adquirir uno de esos traductores de impulsos cerebrales: mi obra comenzó a venderse mejor que nunca y aún en la convalecencia y en las tardes de fiebre lograba producir material de primera calidad. Músico pagado –contento pero desafinado... mas mutāre mutilado –completo y extasiado.

Buenas noches. Mi nombre es Dibar Ylf Srevihs. Soy un rebanador. Tengo 972 gnomones de edad y hace 11 que ya no salgo de mi habitación; no es fácil hacerlo sin piernas ni brazos. Tampoco tengo para qué molestarme en intentarlo, la vida es plácida aquí. Hace dos días recibí un par de invitaciones para viajar a Trumpler 14 y Trumpler 16. También llegó mi nueva máquina rebanadora ¡es una maravilla! Acabo de programarla para que haga cortes finos de mi torso a un ritmo constante. Le llevará 6 o 7 días llegar hasta mi cerebro. El insuflador me dará suficiente vida y conciencia hasta entonces. Soy Dibar, maestro del mutāre, y he dejado de conversar con mi cercenado reflejo en el cristal de litio ionizado. Rebanada por rebanada, me siento más vivo mientras más muero. Soy un rebanador, me siento pleno. Soy feliz.

martes, 1 de septiembre de 2009

Un perro ha mordido al niño

En el cuarto de al lado vive un niño. Lo sé porque al pasar por el pasillo escucho el sonido de las caricaturas, escucho sus risas y algunas veces incluso lo he oído roncar. Lo sé también porque lo he visto sentado en las escaleras hojeando cómics o en la cochera de abajo jugando con sus canicas. A veces me ve y sonríe, a veces corre y se refugia en su habitación, pero nunca habla. También lo he visto salir del baño compartido, chacualeando con sus chanclitas rojas envuelto en una toalla de Elmo y dejando una estela de gotitas brillantes sobre el piso café.

Ayer, mientras hacía algunos garabatos en la computadora (Jesús estaba dormido y no quise despertarlo) escuché al niño gritar como loco y luego correr escalera arriba mientras lloraba y berreaba como corderito en el matadero. El ruido del portazo fue lo que despertó a Jesús. ¿Qué fue eso? –La puerta de al lado, algo le pasó al niño y entró corriendo –¿Qué niño? –El que vive en el cuarto de al lado –¿Vive un niño aquí? –Sí, ya te he platicado de él, el niño que no habla –Ay yo creí que vivía en la casa de al lado –No gordo, te dije que vive en esta casa, en la puerta que da al baño –Mm... qué raro, nunca lo he visto... ¿y qué le pasó? –No sé, a lo mejor lo mordió un perro, ya ves que han mordido a varios niños de por aquí –¿Qué no lo cuida su mamá? ay no sé para qué traen hijos al mundo si no se van a hacer cargo de ellos –Pos yo qué sé, a su mamá nunca la he visto, nomás he visto al niño, a lo mejor vive sólo –¡Ja ja ja! ¡Ay oso cómo se te ocurre que un niño va a vivir sólo en un cuarto rentado!... –A lo mejor, uno nunca sabe –Claro que no... ¿oye qué hora es? tengo mucha hambre –Son las 8, ¿quieres que salgamos a cenar? –Sí, ¡vamos a los tamales!, pásame la chamarra.

Una semana ha pasado desde entonces. Una semana completa en la que no he visto al niño sentado en la escalera, ni jugando canicas en la cochera ni corriendo con sus chanclitas rojas que dejan gotitas. Una semana en la que no he oído el sonido de las caricaturas a través de la puerta que da al baño. Una semana en la que una idea ha ido creciendo en mi cabeza mientras Jesús duerme la siesta y yo garabateo en la computadora esperando oír un portazo, sus pasitos chacualeros o alguna risa infantil por el pasillo: un perro ha mordido al niño. No puede ser otra cosa (o sí, en realidad pueden ser mil cosas, pero esa imagen se ha agarrado a mis sesos con sus mil trecientas patitas y ha decidido incubarse ahí).

Así que un perro ha mordido al niño, lo ha marcado con sus colmillos filosos y llenos de baba, lo ha hecho llorar y correr despavorido, lo ha infectado con sus hordas de gérmenes malévolos que se mezclan en su sangre roja (roja como sus chanclitas y como el Elmo de su toalla). El perro se ha marchado triunfante y el niño ha corrido como pudo todos esos escalones. Movido por la adrenalina y el sobresalto, ha derrapado en el piso pulido de la sala y ha alcanzado la perilla de la puerta para cerrarla detrás de sí y ponerse a salvo (para llorar y lamentarse y recobrar el aliento lejos de la mirada burlona del horrible perro). Su madre no está ahí. Si ella estuviera no lo hubiera dejado salir sabiendo que hay perros bravos afuera. Pero no está ahí porque no es hora de que esté ahí, y porque nunca ha sido hora y nunca ha estado ahí: el niño vive sólo y se las arregla como puede. Un niño bien puede vivir sólo, eso hasta yo lo sé (aunque Jesús no lo crea y se empeñe en hacerme creer que el raro soy yo). Pero un niño nunca deja de ser un niño a menos que sea algo distinto, en cuyo caso no es un niño y por lo tanto tampoco puede dejar de serlo. Pero dado que el niño de al lado sí es un niño, y como todo mundo sabe que los niños no conocen de medicina ni primeros auxilios, él simplemente se limpia las heridas con un trapito, se unta salivita y se acabó.

Llega la noche con sus miles de lucecitas y su agradable frescura. Cientos de personas regresan a sus casas del trabajo o la escuela, exhaustas; un policía hace su rondín por la calle (o hace que lo hace mientras duerme la cuarta siesta del día en el asiento reclinable de su patrulla); una pareja se besa en el café de la esquina y se promete una luna mil veces antes prometida, prestada, vendida, alquilada, compartida y bien gastada; un hombre que garabatea en su computadora y un soñoliento gordo que no sabe quién vive en el cuarto de al lado cenan tamales y atole caliente; un niño que ha sido mordido se revuelve entre sábanas mojadas, delirios y manchas de sangre.

Afuera, el viento sopla. Así pasan las noches y los días. La gente ocupada sigue trabajando o estudiando; los policías siguen haciendo que hacen, ignorando crímenes, echando panza; en el parque nuevas parejas siguen besándose, prometiéndose, engañándose, descubriéndose, olvídandose; un hombre sigue garabateando y escribiendo sueños mientras el gordo, cansado, duerme a su lado; un niño que no puede más contra las pesadillas de perros, dolor, comezón y hambre cede ante un sueño cada vez más pesado, cada vez más largo... un niño que un perro ha mordido con sus colmillos chorreantes de saliva y gérmenes, un niño que ya no ríe ni ve caricaturas, ni juega con sus canicas ni se sienta en la escalera que da a la cochera a leer sus cómics... un niño que ha dejado de actuar como un niño y que es ahora algo distinto: algo frío, marchito y duro envuelto en una sábana húmeda manchada con sangre seca.

Jesús duerme, no quiero despertarlo. Hago garabatos en la computadora y pienso. Un perro ha mordido a un niño y ese niño que nunca habla no vive en el cuarto de al lado.

jueves, 13 de agosto de 2009

Ojos de ángel

Ocurrió una madrugada mientras caminaba sin rumbo por el centro. Acababa de empinarme cinco o seis o diez chelas bien amargas, de esas que sólo amargan cuando te las tomas a sólas en el rincón más oscuro del segundo nivel del café Dalí. Cuando salí noté enseguida que la calle tenía un gusto a desencanto rancio y podrido, y mientras la saboreaba con mi andar pastoso y serpentino mis suelas dibujaban entre sus grietas un esbozo de mi propio desierto, como queriendo aprovechar la novedad de un chance recién adquirido; una microscópica oportunidad de hundirme en las mieles de la ventisca y la debilidad bajo el auspicio del alcohol y quizá de un poco de autoconmiseración tardía. Sin siquiera percibirlo, algo buscaba emanciparse de mí mismo y de mis reglas, igual que las cenicientas polillas buscan licencias en el fuego de una lámpara de petróleo. Fue entonces que mis ojos se engarzaron con los suyos.

Era bastante robusto y muy varonil, pero a sus escasos 16 o 17 también me pareció que era apenas un niño; un niño atrapado en el semblante de un oso sumergido en el cuerpo terminado de un verdadero hombre. Tez morena, barba cerrada, nariz ancha, labios carnosos... ojos negros como sólo negras pueden ser las intenciones de un ángel, brazos de caoba con manos gordas y fuertes, piernas gruesas como robles. Un aroma fascinante a perdición y la inolvidable sonrisa seductora de un demiurgo de la noche. Un niño oso hombre lejano canto de sirena en medio de la oscuridad.

–¿Tienes fuego?
–Claro, aquí tienes.
–¿Cómo te llamas?
–Miguel, ¿y tú?
–Humberto.

Sentí ese viejo y camarada cosquilleo del deseo apoderándose de mí, pero esta vez mi voz no vaciló, las comisuras entre mis dedos no sudaron, mi cerebro no dudó. Con la velocidad del rayo recorrí los intrincados arroyos de mis memorias y casi al azar escogí algunas preguntas que resultaron mágicas y adecuadas. Las palabras salían de mi boca como niños que se deslizan sobre una resbaladilla: unas tras otras, fluidas, seguras, planeadas pero gustosa y extrañamente sinceras. Y a través de las bocanadas de tabaco quemado, sus sonrisas me parecieron también sinceras. Esta vez, por el puro gusto y la atracción del vacío, ningún detalle sería calculado. A su propio paso y no al mío, el poder del vórtice me atraería, y con suerte todos quedaríamos complacidos.

Caminamos sin premura acariciados por el suave viento de otoño y sin más compañía que nuestras propias sombras, que parecían bailar entre las columnas de los portales. Nos aprovechábamos satisfechos del silencio y la oscuridad; fluíamos como un par de sonámbulos líquidos en busca de algún elíxir mágico capaz de detener el acecho terrible de la vigilia. ¿Platicábamos? No lo recuerdo. Lo que sí recuerdo son sus ojos de ángel, sus manos ásperas, su acompasado caminar, el calor de su respiración y el humo azul haciendo volutas en el aire.

La noche pide a gritos sudor y carne, sed de compañía y risas; la noche tiene hambre y los cuerpos tienen sed.

Pienso por un instante en su edad, en la inocencia, trato de recordar el nombre del delito, pienso en la enmascarada violencia, en la alevosía y la ventaja; pienso en la letanía de aquel libro rancio de las buenas familias que guardaba mi madre y en las telarañas que se estiran pegajosas como babas de tortuga entre sus pastas de cuero viejo, pienso: ¿qué diosa saldría victoriosa en un duelo a muerte, Soledad o Lujuria? Pienso. Pienso... y la idea misma de pensar que quizá en el fondo en lo que pienso es en él, en él que no soy yo y en la posibilidad del complemento... esa idea me estremece. Luego con la mente más fría y con frío de seguir pensando, pienso que en lo único que realmente quiero pensar es en mi deseo: fluir como el río y caer como la cascada.

Nos detenemos en algún punto del planeta sin más señas que la luz de la luna y su frágil puntería tan ajena, tan certera. De frente a él, sorbo con placer el alquitrán quemado de las últimas hojas de tabaco, separo de mis labios el cigarro con lentitud y lo arrojo giratorio al infinito mientras una nube de humo cede paso a la más acuciante e imprevista necesidad de salivar que haya sentido jamás. Mis manos se abalanzan sobre sus hombros y sus enormes nalgas golpean contra el muro. En una milésima de segundo, mis labios se funden con los suyos y mis manos comienzan agitadas un recorrido tembloroso por las montañas de su cuerpo. Escudados tras lisos bloques de piedra dibujamos convulsos un rincón entre un ventanal y el muro oriente de la catedral. Se escuchan las campanas del reloj y un frío confundido y desvelado comienza a sudar siluetas de una respiración mutua y agitada.

Mi cuerpo anhela su cuerpo y adivinándolo correspondiente gozo el milímetro que nos separa y ese instante inmediato en el que se comprime el minúsculo espacio infinitesimal. Me pierdo en su mirada mientras froto mi bulto despierto sobre su estómago, lo disfruto y algo dentro de mi pecho me susurra letras que formulan “comunión”. Sus ojos me miran fijamente y esa sonrisa de ángel de nuevo, como si mis manos en su espalda hubiesen pulsado un botón oculto. De pronto pillo a mis labios buscando su cuello y a los dedos de mi mano derecha revolviéndose entre pelos de un pecho que juro, aún ahora no sé cómo se deshizo de la tela que lo comprimía. Mi lengua mojada persigue a esos dedos que mucha ventaja le llevan, y mientras éstos pellizcan su pezón derecho, el izquierdo se aferra como anzuelo entre mis dientes, sus manos enormes aprietan mis brazos mientras mi mano izquierda alcanza sus nalgas y mis dedos se abren paso en un camino que rasga mitos y abre pórticos.

...llameantes columnas de piedra helada evaporan la razón y derriten la piel mojada...

Siento su cuerpo casi mi cuerpo... no atinaría a descifrar si hay salida de este laberinto acéfalo (o si quiero que haya alguna, en todo caso). Casi en blanco y con el cerebro pulsando a toda carrera descubro su mano asiendo con fuerza la consistencia dura de mi pasión, el goce, la húmeda voluptuosidad, y me sorprendo a mí mismo tomando por el tallo la erecta rigidez de su masculinidad. Contra todo esbozo de estadística oficial y evadiendo la pregunta más estúpida que pueda repetirse en estos casos, me arrodillo lentamente frente a un niño-osezno en cuerpo de hombre que me mira a través de sus ojos negros, como negras son las intenciones de un ángel.

Arrodillado y hambriento, esa noche me di cuenta de que el rol es al final del camino mero engaño de etiquetas; un tatuaje de vino tinto que se escurre en la piel hirsuta del deseo.

Me mira con ese brillo delicioso entre suplicante e imperativo y yo lo miro hacia arriba queriendo ser atado, condenado y azotado en ese pilar de sal. Apretando con los dientes su labio inferior, él cierra los ojos y alza la barbilla como esos santos en éxtasis que seguramente a estas horas estarán excitados y húmedos pegando sus oídos al otro lado del muro. Mis manos lo toman con fuerza por las nalgas y en su silencio preguntan ¿puedo? Su cuerpo cede y un aroma que rebasa al algodón y a la mezclilla sugiere puedes. Arrodillado y absurdo (cuan absurdo pueda resultar tan dichoso despliegue de retro-actividad) beso su ombligo (sagrado símbolo de unión y energía) y sigo con mi lengua su camino mi destino. Desabrocho la botonadura de su pantalón con la pericia de un artista naif y ese conocidísimo y sublime perfume a virilidad llena mis pulmones, mi lengua se encarama en el delicioso monte boscoso de su pubis, bosque de gruesos vellos: vellos de grueso oso sumergido en cuerpo de hombre con ojos de negro ángel.

Desahuciado me hundo sediento. Dispuesto a beber descendiendo me rindo... en medio de un silencio más embriagador que el alcohol mismo y saboreando con anticipación mi anhelado desierto y mi caída, un relámpago de sudor helado escurre por mi nuca y siento erizarse algo más que los vellos de mi cuerpo.

Son las tres y cuarto de la madrugada: una punta de metal aguda y helada se posa en mi cuello. Su voz potente, voz de hombre en cuerpo de oso, me ordena:
–Entrégame la cartera y el celular, pinche puto de mierda.


Toluca, México. Una fría noche de otoño, hace algunos amantes...
*Cualquier similitud con cualquier cosa que recuerdes o creas recordar es puro Dèja-Vu


[entre arcadas y jaquecas, un río de lava que sólo el diablo sabe cómo se ha abierto paso a través de mis venas hasta alcanzar el esófago me regala una visión bajada directamente de este cielo nublado, donde habitan ángeles con cara de niño y estrategias de hombre. Dentro, muy dentro de mi ser, más hondo de lo que el acero jamás hubiera podido penetrar, me río de la ironía y el tropiezo. Amigo mío: en algún rincón del muro oriente de cada catedral, en cada ciudad, en cada nación, Dios ha dejado sin tapiar una ventana, una ventana que da a un ático en lo alto de una oscura cueva. En esa cueva vive un ángel con cuerpo de oso y ojos de niño. Su nombre por supuesto no es Miguel, y en las noches de luna, cuando el insomnio es grande y las cervezas amargan el ánimo de los hombres, Dios baja del cielo como un relámpago y entra por aquella ventana a visitar a ese su hijo rebelde, y juntos se pasan la noche fumando tabaco, bebiendo cerveza y jugando cartas. Entre trago y trago, si pones atención, escucharás cómo se ríen del hombre ebrio y solitario que resbala sobre la piedra, como si las lágrimas que pisa fueran las babas de un caracol]

Velorio

Esta noche he llegado tarde a un velorio, si puede hablarse de puntualidad cuando se trata de despedir a alguien que ya se ha ido. La persona que me avisó por teléfono del fallecimiento me dio la dirección de la funeraria, pero en un tonto intento por aparentar prudencia, decidí no pedir más detalles. Fui a la cocina, comí algo de verduras recalentadas y tomé un vaso de leche fría, que es muy buena para mantener los ojos abiertos durante las noches de desvelo. Me cambié de ropa y vi el reloj: eran las once cuarenta y cinco de la noche. Afuera hacía frío y a esa hora ya no pasan autobuses por mi casa, así que llamé un radiotaxi y mientras lo esperaba vi el corte informativo: miles de muertos en los enfrentamientos en Palestina, un accidente en la México-Pachuca, las imágenes de un atraco doble en una plaza comercial del DF y un nuevo caso de negligencia médica contra una madre a punto de dar a luz. Pitido de Tsuru, el escándalo de mis llaves dando vuelta al cerrojo de la casa, buenas noches, portazo y viaje corto sin música ni charla. El fulano dice que son treinta pesos por la dejada. Yo, que no le daré más de veinte porque está muy cerca y porque además de todo he tenido que decirle por dónde girar para evitar que se pierda, él que veinticinco y yo que está bien. Buenas noches y portazo.

Entro en la funeraria y enseguida noto que hay al menos seis salas de velación y que forzosamente tendré que decidirme por una de ellas. No veo por ningún lado la clásica pizarra con el nombre del difunto; en su lugar hay pantallas planas anunciando los completísimos servicios que se ofrecen y un par de máquinas de café americano. Algunos dolientes se despiden en distintos rincones de la recepción, pero como no conozco a ninguno de ellos, creo que será buena idea recorrer todas las puertas de las salas tratando de olfatear a la muerte. Al parecer la muerte nueva no huele a nada, pero de una de las salas llega un fuerte aroma a jazmín y atinadamente decido entrar. Justo al atravesar el umbral me topo con la viuda y su hijo, que reciben pésames de un par de amigos: gracias, afortunadamente ya está descansando, gracias, muy cansada pero también contenta por él, disculpen pero necesito irme a dormir -estoy muy cansada, muchas gracias, sí mañana a las once en la capillita que está aquí mismo, hasta mañana, gracias. Espero mi turno y la viuda me atiende con mucha educación y una sonrisa mientras avanza hacia la salida. La abrazo, le digo no sé qué cosa que seguramente ella tampoco recordará y ella dice que gracias por todo. Escena similar con su hijo y todos desaparecen rumbo a la salida. Entro a la sala vacía y descubro que en efecto he llegado tarde. El difunto ya ha cerrado su ataúd y algunas flores cansadas ya dejan caer sus pétalos sobre la alfombra roja. Extraño velorio sin gente que vele, pienso. Pero claro, he llegado tarde y no tengo derecho de opinar. Doy la media vuelta, salgo de la sala de velación, camino escuchando el eco de mis pasos, salgo de la funeraria y me encuentro en la calle fría sin ganas de volver tan pronto a casa. Tarde para el velorio, adelantado para dormir.

Hay aproximadamente cuatro kilómetros de concreto desde la funeraria hasta mi casa. ¿Alguna vez alguien habrá contado cuántos pasos se necesitan para caminar cuatro kilómetros de concreto a mitad de la noche? ¿A alguien se le habrá ocurrido contar cuántas bocanadas de oxígeno llenan los pulmones para dar el número de pasos necesarios para caminar esos cuatro kilómetros de concreto sin morir en el trayecto de la funeraria a la casa a mitad de la noche? ¿Acaso alguien llevará la cuenta de cuántos vivos han caído mientras alguien se preguntaba cuántas bocanadas de oxígeno se requieren para caminar los pasos que tapizan un camino de cuatro kilómetros de concreto a mitad de la noche? ¿Será que algún doliente haya sentido alguna vez verdadero dolor por alguno de esos vivos que han caído mientras alguien (yo) se pregunta estas estupideces? ¿Quizá alguno de los dolientes (malos veladores, he llegado tarde para despedir pero a tiempo para criticar) estará muriendo en este instante mientras yo me pregunto cuántos pasos debo dar para llegar a mi casa desde una funeraria vacía a mitad de la noche? ¿Podrá importarle al difunto si alguien muere de regreso a casa porque alguien no contó bien las bocanadas de oxígeno necesarias para mantener el paso que se requiere para recorrer cuatro kilómetros de concreto a mitad de la noche? ¿Acaso al difunto le importaría saber que se me hizo tarde para su velorio pero que encuentro que ‘mitad de la noche’ es aún muy temprano para llegar a casa después de su fallido velorio? ¿Y acaso a mí me importa un pepino si el velorio se hizo en vela o se cumplió tan sólo a medias, o si un fulano a media noche se pregunta idioteces porque llegó tarde para despedirse de alguien que no necesita despedidas porque ya se ha ido? Creo que después de todo nunca es temprano ni tarde para despedirse y descansar.

¿Por qué no?

¿Y por qué no iba a hacerlo? ¿Por qué no dejar que la tensión acumulada en mis brazos saliera por las manos como un relámpago y girara el volante hacia la izquierda? ¿Por qué no aventar mi ira contra su pasividad-burdizzio-cáncer y de paso aventar su cuerpo contra la portezuela-muro-de-contención-lápida? ¿Por qué no mandar todo ese coraje acumulado al hospital, donde seguramente sería sedado y despertaría sin ese tumor-padre-vendedor-de-carne? ¿Por qué no hacerlo? Mandar todo al carajo y comenzar ya no de cero, sino justo al otro lado del punto decimal, donde se aglutinan las libertades y la propia cárcel huele a paz... probar con los labios húmedos el color de lo humanamente innombrable, arar con mis propios nudos un destierro autoproclamado a lo inenarrable de mi letanía personal.

Era una tarde como cualquier otra tarde. Habíamos estado repartiendo reses-sangre-huesos-cuero-cadáveres-plomo-tensión-sudor. El sol quemaba mi antebrazo derecho que se asomaba rígido por el hueco de la ventanilla derecha de la camioneta. El viento de enero era frío pero la sangre quemaba (no la sangre-miel vacuna que unía unos vellos con otros en un grumo pestilente y duro sobre el codo, sino la sangre-melaza interior, ese petróleo que aún fluía como hormigas entre mercurio viscoso y pesado); esa sangre quemaba por dentro como todos los días, como todas las semanas, como toda la condena. Él le cambiaba de estación al radio cada cinco segundos. Jamás en busca de música o noticias... pura persecución de estática y ruido, ruido cualquiera que atajara el estrépito de mi respiración dentro de su camioneta; dentro de su mundo; dentro de Su Reino. Yo apretaba mi puño y pensaba: ¿por qué no hacerlo? La idea tarareaba su propia melodía en mi cabeza y mi puño se cerraba cada vez más, como nunca supe antes que una mano pudiera cerrarse sobre sí misma, como no pensé que una serpiente-dedos-odio pudiera retraerse en su resorte de resentimiento para abalanzarse sobre dos manos viejas que parecían una con el volante de la vieja Ford modelo 95 de ese anciano y maloliente padre-jefe-amo.

Vi el paso a desnivel venir a toda velocidad hacia el parabrisas opaco y polvoso, lo pensé una vez más mientras miraba por el retrovisor esa estúpida mueca y su palillo de madera hurgando como idiota entre sus dientes amarillos... y entonces, por primera vez, me permití ser Yo. Mis garras se separaron y la marca que dejaron en la palma de mi mano derecha se coló hasta mi cerebro, donde ya la lava comenzaba a enfriarse y convertirse en piedra. De un empellón, me arrojé sobre su cuerpo-grillete-enemigo y golpeé sus brazos con tal fuerza que un crujido gritó a través de los huesos. Su cabeza se embaró contra el vidrio de la ventanilla, el volante giró hacia la izquierda y aún más rápido que el paso a desnivel, el collage-concreto-sangre-huesos-libertad-sonrisa-cristales en mi rostro acabó con la canción-angustia y me remontó a las suaves alturas de un larguísimo y delicioso desmayo-sirenas-ardor-sueño-luces-descanso.

Aún estaba en la cama del hospital cuando mamá vino con la noticia: “Un accidente... venían de repartir los cárnicos... dicen los doctores que tus piernas no están bien, pero que quizá, si haces las terapias... tu padre se llevó la peor parte... esta mañana fue el entierro”. Ese día, la voz de mi madre supo más bella que la sonrisa de un ángel.

Clase de natación

Un niño va a su quinta clase de natación, pero como siempre, se niega rotundamente a entrar en el agua... a veces se acerca a la orilla y la toca con el pie (su mamá sonríe y por un momento cree), pero el niño decide que estará mejor si se mantiene seco, que es más natural permanecer fuera del agua. A ratos piensa en lo triste que es no saber nadar, a ratos piensa en el rostro preocupado de su madre que quizá algún día lo llevará a la playa. Pero el pensamiento es fugaz y el niño prefiere aferrarse con fuerza a la idea de que los niños no son peces, de que los niños no nadan. Regresa al vestidor y sonríe mientras se pone su ropa seca. Su mamá, que ha estado todo el tiempo al otro lado del cristal, mira al piso. Tiene ganas de llorar... Mientras se viste, el niño sonríe y piensa en lo buen niño que fue por haber ido a su clase de natación y en lo feliz que debe estar su madre porque hoy se animó a tocar el agua... afuera, el mundo sigue girando. Tal vez una madre al otro lado del cristal se canse de esperar. Tal vez una madre al otro lado del cristal se canse de creer...

miércoles, 1 de julio de 2009

De Sueños, Proyectos y Amor.

Ok aquí va otro de mis burdos intentos de Filosofía barata; algo que rondaba mi cabeza en vaivenes y que finalmente esta mañana me provocó un irremediable retortijón. Bendito aquél que inventó las computadoras portátiles y nos permite filosofar con apuntes electrónicos aún en el trono de la caverna de los ecos. He aquí la divagación de hoy:

Un sueño sugiere un proyecto por el que no se ha trabajado, es un deseo que carece de realidad o fundamento y por lo tanto, mientras no se actúe sobre él, tiene pocas o nulas probabilidades de realizarse.


Por otro lado, un proyecto es un sueño en el que se está totalmente implicado, es una meta por la que se lucha de manera activa; no es un deseo acabado, sino un plan o esquema que se dispone para darle forma definitiva y finalmente ejecutarlo.

Un logro es aquel proyecto que ha llegado a su madurez y perfección, es un deseo consciente que ya ha sido conseguido o alcanzado.

El principio básico de todo es soñar. Sin sueños no hay proyectos. Por supuesto, es necesario aprender a construir proyectos sólidos. Sólidos no significa rígidos e inmutables, sino reales, objetivos y alcanzables. Si se es incapaz de formular proyectos propios y perseguirlos, construir proyectos de pareja será virtualmente imposible, pues para vivir en pareja, son tan importantes los proyectos personales de cada involucrado como los proyectos compartidos. Vivir en pareja no implica de modo alguno renunciar a los proyectos personales, sino enriquecerlos y conquistarlos con la ayuda del otro y además construir nuevos sueños y proyectos compartidos que a su vez se conviertan en logros de pareja. Proyectos compartidos y proyectos personales, ambos enriquecen la relación.

Para esto es esencial aprender a generar sueños y metas en común todo el tiempo, pues es bien sabido que ninguna llama permanece encendida si el combustible se acaba. Un logro no implica el final, sino la posibilidad de renovarse, de volcar los esfuerzos en los proyectos restantes y en los que están por venir. Quemar el pabilo o derretir la cera de una vela no implica el fin del fuego, siempre y cuando se hayan encendido con él nuevos pabilos cuando aún se está a tiempo.

El primer desafío para vivir con alguien consiste en saber diferenciar los sueños de los proyectos. Soñar es bueno y enriquece el ánimo, pero el que vive de puros sueños vive dormido. El segundo reto es saber ceder parte de tus sueños personales sin renunciar por ello a tus proyectos. Donar parte de ti, de tu vida y de tus esfuerzos fortalece el carácter y hace que la parte que queda se mantenga enfocada y logre la plenitud. El tercer reto es saber enfocar esa parte de los esfuerzos propios en la consecución de los proyectos de pareja. Los vínculos más fuertes se crean a partir del trabajo conjunto por metas comunes. El cuarto objetivo es saber hacerse partícipe de los proyectos del otro; tener la capacidad de encausar los esfuerzos no sólo a tus proyectos personales y a los proyectos de pareja, sino a los proyectos personales de tu compañero.

Pensar que tus proyectos personales son más importantes que los proyectos de pareja o que los proyectos del otro es un signo de egoísmo e inmadurez, mientras que considerar a los proyectos de pareja o a los proyectos del otro como más importantes que los propios indica un déficit de autoestima.

Defender los proyectos personales implica una sana consciencia de sí mismo, asertividad y autoestima; luchar juntos por los proyectos de pareja implica unión, comunión y carácter; ceder parte de tus esfuerzos para que el otro logre sus metas implica empatía y solidaridad. Lograr todas estas cosas implica humildad, responsabilidad, madurez, respeto, comunicación y amor.

miércoles, 24 de junio de 2009

Necesito prozac y valium en mi té de manzanilla y pasiflora

Tengo los triglicéridos por las nubes
-No te preocupes oso
Mi ácido úrico casi toca el sol
-No te preocupes oso
Mi colesterol está más allá de lo que debería
-No te preocupes oso
Y mi glucosa no se queda atrás
-No te preocupes oso
Estoy a pocos pasos de la hipertensión
-No te preocupes oso
Tengo taquicardia y una arritmia sinusal
-No te preocupes oso
El estrés casi se me ve
-No te preocupes oso
Anoche se fue la luz y mi apnea no me dejó dormir
-No te preocupes oso
Aún no tenemos dónde vivir
-No te preocupes oso
El osomóvil sigue dando lata, hay que arreglarlo
-No te preocupes oso
Nuestro cochinito se está quedando flaco
-No te preocupes oso
Hay que buscar chamba urgentemente
-No te preocupes oso
Las cosas en casa siguen color de hormiga
-No te preocupes oso
Y en tu casa la situación no es muy distinta
-No te preocupes oso
A veces temo porque no tengo qué ofrecerte
-No te preocupes oso
Quisiera que no te falte nada
-No te preocupes oso. Te amo.
Yo también te amo.
-¿Ves? No hay de qué preocuparse, te rallaré prozac y valium en tu té de manzanilla y pasiflora y luego nos iremos a dormir.
Pero aún no tenemos colchón.
-Trae acá tu tecito, ya estuvo bueno.
¡Mi tecito! ¡¿Dónde dejé mi tecito?!
-... ·o· ...

lunes, 22 de junio de 2009

Cuando los marchantes se han ido

I've been embraced
yes, I'm so blessed
that I have eyes to see such a treasure
as is You...
so I thank the Fates that I'm not blind
["Mystica"; The Blood Divine]

Después de la lluvia.
Cuando las Jotas, Equis, Yes, Bes, Les y Bis se han marchado; cuando las gotas del cielo lavan los pavimentos y los tacones resbalan sobre el granizo, cuando la magia se pega en los cuerpos y las luces altas flashean en todas las tonalidades de la gran ciudad. Cuando los Oasis lucen repletos de sudor, pelos y alcohol y un cuarto de hotel se convierte en cuartel general y en hogar también.
Cuando estoy en ese mi bosque con mi familia ursina... cuando estoy en cualquier lugar que bien podría ser todos los lugares y ningún lugar, cuando en ese sitio innombrable estoy contigo y conmigo estás tú.

Es entonces que tu voz me canta al oído "el día ha valido la pena", es entonces que el dolor en mis patas se desvanece al lamer las tuyas y verte reír; es entonces que el calor de tu piel y el brillo de tus ojos me dicen que lo mejor está por venir, que el ajetreo se queda afuera y el futuro siempre crece dentro, que tus manos retorciendo mis pezones están tejiendo mantos que cubren mucho más allá del tacto fugaz y que nuestro sexo invadiendo la habitación será el perpetuo aroma de nuestro hogar. Cuando los marchantes se han ido, me quedas tú. Y cuando de regreso te veo a través de los cristales del metro con tu sonrisa divina, cuando avanzamos en direcciones opuestas con el corazón lleno de sueños y los poros exudando vida, sé que la siguiente es para siempre, que dentro de mí, donde quiera que yo esté, estás tú.

...and if I had eyes in the back of my head
I would have told you that
you looked good
as I walked away.
["If I had eyes"; Jack Johnson]

sábado, 16 de mayo de 2009

This is REUNION

Sé que no estoy en mis mejores condiciones. Para ser claros, estoy pedo. Desordenado, desembarazada e irresponsablemente pedo cuan pedo un oso que aún atina algunas teclas de la computadora puede estar. Esta noche bebí con mis amigos. Tengo una infección de estómago marca diablo, con diarrea, dolor de panza, eructos incontrolables y toda la cosa. Infección de panza marca osito. Y aún así, tomé... y tomé bastante. El gran oso me perdone aunque la nalga me muerda pero tomé. Estoy pedo. Oficialmente pedo.

Y estoy contento, feliz, agotado, satisfecho, libre, feliz. Esta noche toqué en vivo con mi banda original. Digo original, nada de imitaciones baratas ni bandas posteriores (no es que os haga menos amigos míos pero la banda original es la banda original). Eric en la batería, Abraham en la voz, Néstor en la guitarra y yo en el bajo. O sea: la banda original. Reunidos por primera vez en la prepa, hace cosa de 11 años. Hoy; 15 de mayo de 2009, el mejor regalo que un maestro pueda tener (deja tú de la ocupación, el mejor regalo que un músico de corazón y endurecidas yemas de dedos pueda tener), toqué con mi banda original (todos miembros originales y fundadores) la primer rola que ensayamos y tocamos (léase, haciendo honor a mi ocupación actual: The first song EVER, with the first lineup EVER).

No hay sensación que se le compare. Soy un músico feliz, De cabo a rabo. Tocamos en vivo después de 10 años, la primera canción sacada de oído, practicada, masterizada, la primera rola tocada con una banda real en vivo. La tocamos y fue todo un éxito, después de 10 años sin tocar juntos, después de 10 años sin hacer vibrar las cuerdas con esas notas, con esos hermanos.

Estoy feliz. Físicamente con mis amigos, mis hermanos, mi banda, mi famlia durante largo tiempo. Sentimentalmente, con la carne de mi carne y por supuesto, con el amor que mueve mis intestinos y mis músculos día a día.

Hoy es un día para recordar. Hoy es un momento mágico, irrepetible. Hoy es un momento para atesorar... y jamás olvidar.

Gracias Sectis Tenebrae - Satan's Sachristan - Serene Thy Blood - Blefergoth. Gracias alma de artista, gracias memoria y alma inolvidable. Gracias peda reonfortante y alma llena de pelos. Gracias amigos. Gracias ursina melodía que revive sentimientos y me incita a vivir al cien. Gracias, hoy es una noche para recordar y jamás olvidar. Gracias; pues esto es reencuentro, esto es reunión.

lunes, 13 de abril de 2009

depresión # 5

Desde anoche el ambiente ha tenido ese extraño aroma a depresión. Sigo vivo, respirando, observando, escuchando. Aún así el olor no se va ni se materializa, sólo está ahí, acechando. ¿Será que el poder del gran oso señor maloso lo mantiene a raya? Hambre, sueño, hastío, aburrimiento, algunas lágrimas pasajeras, molestia fugaz que roza con el viento y eriza los vellos del lomo. Pero la depresión no se hace presente. Sólo su rastro. Sólo su aroma. 14:50, larga jornada a media carrera y la sonrisa perdida de una niña en el autobús que viaja a paso de tortuga. El agua salada a punto de brotar de nuevo en mis ojos, la imagen del oso que me acompaña a la distancia, en el horizonte un futuro certero caminando a hurtadillas entre los días de sudor y sangre. El aroma sigue ahí... ¿acaso llegarás, depresión? ¿Acaso le ganarás la carrera al gran oso señor maloso dueño de mis pensamientos y mis sonrisas? ¿Osarás adelantar el paso y dar la cara una vez más?

miércoles, 8 de abril de 2009

esperando mi paga

más de 120 horas trabajadas en 2 semanas, más de 500 pesos gastados en 40 buses en más de 400 km recorridos en 2 semanas y más de 10 litros de saliva gastada en las mismas 2 semanas, y una nueva semana ha llegado y no hay trabajo esta semana, porque son vacaciones y las vacaciones no se pagan, no en este trabajo, y heme aquí esperando... esperando que pasen las vacaciones y que vuelva el trabajo y con el trabajo la saliva gastada y el dinero pagado al transporte público, y con ello más horas trabajadas y (eso espero) por fin la paga. ¿Buena paga? es mi primer paga, ¡Mucha o poca, tiene que ser buena!

sábado, 28 de febrero de 2009

una de tierra por las que van de arena

Viernes por la tarde. Relamiéndome los bigotes con la música de fondo de Satyricon. El nuevo disco está asesino. Mañana estarán en vivo, y yo me los perderé [de nuevo] ¿Por qué no te mueres? ¿Por qué no te vas y nos dejas en paz? ¿Por qué no dejas de interferir en mis briagas y en mis conciertos? ¿Por qué no? Pero claro; eres un ingreso extra de sábados por la noche [y eres una persona también, así que ¿por qué no te vas y dejas de sufrir, de hacernos sufrir a todos?] Pensamiento fugaz, tenaz, mordaz. Mañana será sábado y no iré a ver a Satyricon. Mañana será sábado y te ayudaré a moverte con una sonrisa en el rostro. No es hipocresía, me caes bien después de todo. Es viernes, la noche ha llegado y entonces: la llamada. Has fallecido esta tarde. ¡Vale madres! ¡mi ingreso extra! ¿Vale madres? Haz dejado de sufir. ¡Puedo ir a las briagas sabatinas... puedo ir a despedirte al velorio y al funeral y entonces prepararme para ir mañana a ver a Satyricon!... Pero no, ya no hay boletos y de nuevo... [de nuevo]